Estar en Cristo
Para Dios solo existen dos hombres corporativos y universales: Cristo y Adán. El Hombre delante de Dios, o está en Adán, como el viejo Hombre o está en Cristo, como el nuevo Hombre. En el momento que creemos en Cristo, Dios nos traslada de Adán y nos introduce en Cristo, haciéndonos partícipe de lo que Cristo es y realizó para Dios y el hombre. Esto quiere decir que cuando estamos en Cristo, la experiencia de Cristo se convierte en nuestra propia experiencia. Cuando él sufrió el juicio, la muerte de cruz, fue resucitado de entre los muertos y ascendido al cielo, nosotros que estamos en Cristo, también fuimos juzgados, crucificados, resucitados y ascendidos con Él. Todo lo que Cristo experimentó se convierte también en nuestra experiencia. Dios nos ve en Cristo, como habiendo tenido todas las experiencias de Cristo. Esta es, por consiguiente, la obra redentora de Dios.
En cuanto a nuestra posición, al estar en Cristo, estamos donde Él está, esto es, en los lugares celestiales (Efesios 2:6) a la diestra de Dios (Col.3:1). En el evangelio de Juan se nos dice claramente que el Hijo está en el Padre (Jn.10:38 ; 14:10). Esto significa que la posición que le corresponde al Hijo está en el Padre mismo. Puesto que nuestra posición está en el Hijo, en Cristo, ciertamente también estamos en el Padre. El Padre, por supuesto, está en los cielos. Por consiguiente, nosotros también estamos en los cielos, en lugares celestiales.
Lo que hace que estar en Cristo sea una realidad es el hecho de que somos un solo espíritu con el Señor (1Co. 6:17). Cuando creímos, recibimos al Espíritu del Señor en nuestro espíritu humano uniendose a él, así que cuando estamos en nuestro espíritu, estamos en Cristo, en el Padre y en los cielos en un sentido práctico, y en términos de nuestra experiencia. ¡Hay una conexión y transmisión que fluye desde los cielos hasta nuestro espíritu! Cada vez que experimentamos esta transmisión, estamos verdaderamente en Cristo, en el Padre y en los cielos. Nuestro espíritu está conectado directamente con el cielo. La transmisión celestial empieza en los cielos y termina en nuestro espíritu.
Todo lo que Cristo es no es impartido a nosotros. Solo en Cristo existen las abundantes riquezas y bendiciones espirituales que son su misma persona, tales como santidad, victoria, poder, fe, humildad, paciencia, amor, etc. Todas las bendiciones espirituales que puedas imaginar ya están en Cristo y son el mismo. No pensemos que están en nosotros mismos. Si vivimos en nosotros mismos, aunque nos esforcemos en mejorar y ser excelentes personas, estaremos viviendo según Adán y nada de lo que procede de Adán agrada a Dios, ni prevalecerá pues el viejo hombre que es según Adán ya fue crucificado, pero si estamos permaneciendo unidos a Cristo, todo lo que está en Cristo como el nuevo hombre, fluirá y se impartirá dentro en nosotros.
El deseo de Dios no es mejorar nuestra naturaleza caída. Dios no desea mejorar la vida adámica contaminada del hombre. El gran problema de la ceguera de la religión es que trata de eso, del mejoramiento del hombre procedente de Adán, o lo que es lo mismo el mejorar nuestra vida terrenal, pero Dios no desea esto, El desea expresar a Cristo en nosotros y la única manera es que vivamos en Cristo, no imitándolo con nuestra propia vida, sino viviendo por la vida de Cristo en nosotros, la vida divina y celestial.
Señor, iluminanos y revelenos tu obra
para que veamos lo que es estar en Cristo
y vivir en Cristo. Amén