Permanecer en Cristo
El Señor Jesús mora en cada uno de nosotros que hemos creído en Él. Él está en nosotros, y no quiere que hagamos nada fuera de El. Esto difiere por completo de nuestro concepto religioso. El concepto religioso siempre afirma que debemos hacer muchas cosas nosotros y que debemos esforzarnos por ser una persona buena y apropiada. Ahora quisiera decirles, en el Señor, que el mismo Señor Jesús dentro de ustedes no quiere que ustedes hagan nada. De todos modos, no pueden hacer nada, e incluso si pudieran, no tendría valor alguno. El Señor nos dice claramente en Juan 15: “Porque separados de Mí nada podéis hacer” (v. 5b). Sin embargo, temo que muchos creen que separados del Señor ellos pueden hacer muchas cosas.
La intención del Señor no es que seamos buenos ni que nos mejoremos a nosotros mismos. Por supuesto, Su intención tampoco es que seamos malvados ni que hagamos cosas malignas. La intención del Señor es que le demos plena libertad de vivir en nosotros. La verdadera vida cristiana no es algo que procede de nosotros mismos; es decir, no procede de nuestro propio accionar o de nuestro comportamiento. La verdadera vida cristiana es el vivir del Señor Jesús dentro de nosotros; es Su vivir, no el nuestro. Muchos cristianos han oído esta enseñanza, pero muy pocos saben llevarla a la practica.
El Señor desea que detengamos por completo nuestro accionar y que lo tomemos a Él como nuestra vida, que vivamos por Él y con Él. Puesto que éste es el deseo del Señor, debemos olvidarnos de todo lo demás. Debemos olvidarnos de nuestro celo, diligencia y de toda cosa buena o mala que sea nuestra; simplemente seamos uno con el Señor en nuestro interior.
La manera en que seremos bendecidos consiste en dimitir y desistir, interiormente, de nuestro accionar. Entonces el propio Señor Jesús será quién viva con nosotros. El Señor dijo: “Permaneced en Mí, y Yo en vosotros” (v. 4). Debemos ser estrictos en cuanto a este asunto. Debemos decir: “De ahora en adelante, ya no debo ser yo quien viva. Debe ser Cristo quien vive en mí. Cuando amo a otros, no quiero ser yo el que los ama; más bien oro para Cristo sea en mí quien los ama. Incluso cuando cuando comparto en la reunión, canto himnos u oro, no debo ser yo, sino Cristo en mí”.
Debemos entender, comprender y saber con toda certeza que el Señor Jesús está dentro de nosotros como nuestra vida, Señor, persona, Dios, paciencia, humildad, amor, fuerza y como nuestro todo.
Hoy todos debemos arrepentirnos y confesar respecto a esto en particular. Diciendo: “Señor, por años he sabido que Tú vives en mí, pero todos estos años no he vivido por Ti. Aunque no cometo grandes pecados ni malos actos, reconozco que no vivo por Ti; por el contrario, siempre vivo por mí mismo”. Todos necesitamos experimentar esta clase de arrepentimiento y confesión. Debemos reconocer que hemos hecho sufrir al Señor al obstaculizarlo y limitarlo dentro de nosotros. Tenemos que confesarle al Señor: “Señor, no has podido fluir desde mi interior debido a que no he vivido por Ti. No he permitido que Tú seas mi vida. Perdóname. Externamente, pareciera que no hacemos nada malo, pero en realidad El Señor no ha vivido su vida en nosotros.
En nuestro diario vivir, en asuntos grandes y pequeños, debemos aprender a detenernos y decirle al Señor: “Señor, Tú estás aquí conmigo, y yo vivo por Ti y para Ti y nada deseo hacer por mi mismo”. En cualquier lugar que vaya necesito que tu vayas delante, no quiero hacer nada por mi cuenta, deseo permitir que trates y hables a las personas a través de mi, que me hagas callar cuando no debo hablar, que te manifiestes en mi en todo y que seas en mi el amor, la diligencia, la humildad, la sabiduría, la paciencia...Etc.
El Señor y nosotros, estamos unidos como una sola entidad. Él es la vid, y nosotros somos los pámpanos; Él y nosotros somos uno. Nuestro vivir es Su vivir, y Su vivir es nuestro vivir. Nuestro vivir permite que Él viva y se exprese en nuestra vida. Para lograr esto, lo que necesitamos hacer es ir delante del Señor, abrir nuestro ser a Él, detener todo nuestro accionar y decirle: “Señor, ahora veo y entiendo que no se trata de que yo sea bueno o malo; más bien, es cuestión de estar unido a Ti, que Tú vivas en mí y que Tu persona sea expresada en mi vivir”
Es necesario ejercitar nuestro espíritu de fe en toda situación o circunstancia. Cada vez que me pongo de pie para hablar por el Señor, interiormente ejercito la fe y digo: “Señor, mientras hablo, Tú hablas en mi hablar. No hablo por mí mismo. No tengo nada que decir en mí mismo; así que cuando hable, habla en mi hablar. Señor, Tú y yo, yo y Tú estamos unidos.
En definitiva, cuando amemos, es el Señor el que debe fluir a través de nuestro amor. Cuando seamos humildes, el Señor debe fluir a través de nuestra humildad. Cada acción que tomemos en nuestro diario vivir debe ser el propio Señor que vive y se expresa a través de nosotros. Nuestro vivir debe ser Su vivir, nuestro hablar debe ser Su hablar y nuestro mover debe ser el Suyo.
Apuntes del libro: Vivir con el Señor....Pdf.