La nueva Jerusalén


Muchos cristianos piensan que la nueva Jerusalén es un lugar físico en el cielo que Dios ha preparado para los que han creído. Pero no se percatan del significado esencial. La Biblia habla de que Dios desea tener una morada con el hombre, esto se ve reflejado en el Antiguo Testamento en la construcción del tabernáculo y luego del templo. La finalidad de estas construcciones era que Dios nos estaba hablando de que deseaba obtener una morada mutua con el hombre. Dios deseaba que el hombre entrara en El y El entrara en el hombre. Luego en todo el Nuevo Testamento nos dice que nosotros somos la casa de Dios, su edificio, el cual está edificando. Somos su edificio porque Dios ha entrado en el hombre y el hombre al volverse a Dios entra en El, para ser edificado en El como su morada.

La edificación de Dios en las dispensaciones 

El período que se extiende desde Adán hasta el final del milenio se divide en cuatro dispensaciones: la de los patriarcas, desde Adán hasta Moisés; la de la ley, desde Moisés hasta Cristo; la de la gracia, desde la primera venida de Cristo hasta la restauración de todas las cosas en Su segunda venida; y la del reino, desde la segunda venida de Cristo hasta el fin del milenio. Durante estas dispensaciones Dios ha venido edificando, y seguirá haciéndolo. Sin embargo, la mayoría de los cristianos no presta atención a la edificación que Dios está llevando a cabo; ellos sólo se preocupan por su religión humana. 

En el tiempo en todas las dispensaciones Dios esta obrando para edificar su morada. La nueva Jerusalén lo único que nos habla de que la unión de Dios y el hombre en todos los aspectos es consumada. Dios mora en el hombre y el hombre en Dios por toda la eternidad, llegando a ser su morada.

Ya no estamos en una religión humana, sino en la edificación que Dios está realizando. Actualmente esta edificación es las iglesias, y eternamente será la Nueva Jerusalén. Estamos en las iglesias y vamos en camino a la Nueva Jerusalén.

El descenso de la morada de Dios a la tierra 

En el versículo 2 Juan dice: “Y vi la santa ciudad, la Nueva Jerusalén, descender del cielo, de Dios, dispuesta como una esposa ataviada para su marido”. La Nueva Jerusalén es una entidad viva compuesta de todos los santos que Dios redimió a lo largo de las generaciones. Ella es la novia de Cristo, Su complemento (Jn. 3:29), y es la santa ciudad de Dios, Su morada. Esta es la ciudad, la Jerusalén celestial (He. 12:22), que Dios preparó para nosotros y la cual anhelaban Abraham, Isaac y Jacob (He. 11:10, 16). También es la Jerusalén de arriba, que es madre de todos nosotros (Gá. 4:26).

La Nueva Jerusalén descenderá del cielo a la tierra. Los versículos 2 y 10 dicen que la Nueva Jerusalén “desciende del cielo, de Dios”. La intención de Dios no es tener una morada eterna en el cielo. El desea morar en la tierra. Aunque las religiones sueñan con ir al cielo, Dios desea descender a la tierra. Hoy mismo, la mejor morada de Dios no es el cielo, sino la iglesia en la tierra. Actualmente Dios tiene dos moradas: los cielos y la iglesia. Dios habita en los cielos con Sus ángeles, y también mora en la tierra con Sus hijos.  (Estudio-vida de Apocalipsis)

La conclusión y consumación del edificio de Dios

La conclusión de la revelación divina en la Biblia es un edificio, la Nueva Jerusalén. Este edificio es una mezcla de la divinidad con la humanidad. Esto lo prueba la descripción de la Nueva Jerusalén en Apocalipsis 21. El versículo 3 se refiere a la Nueva Jerusalén como “el tabernáculo de Dios”, y el versículo 22 dice: “No vi en ella templo, porque el Señor Dios Todopoderoso y el Cordero son su templo”. La Nueva Jerusalén como tabernáculo de Dios es para que Dios more en ella, y Dios y el Cordero como templo son para que habiten los santos redimidos. Esto indica que la Nueva Jerusalén será una morada mutua para Dios y el hombre. 

Además, este edificio es una composición de seres humanos. Las puertas son perlas inscritas con los nombres de las doce tribus de los hijos de Israel ( v. 12 ), y sobre los doce cimientos están los doce nombres de los doce apóstoles del Cordero ( v. 14 ). Esto indica claramente que la Nueva Jerusalén es una composición del Dios Triuno, quien es la esencia, el centro y la universalidad, y el pueblo redimido de Dios. (Estudio-vida de 1 y 2 Samuel, págs. 198-199)

La Nueva Jerusalén es una composición de divinidad y humanidad fusionadas y mezcladas como una sola entidad. Todos los componentes tienen la misma vida, naturaleza y constitución y por lo tanto son una persona corporativa... Estos dos, Dios y el hombre, el hombre y Dios, son edificados juntos al estar combinados y mezclados. Esta es la terminación, la consumación del edificio de Dios. Todos necesitamos ver esta visión. ( Estudio-vida de 1 y 2 Samuel, pág. 199)

Edificar según Dios es adornar su edificio y no destruirlo

 La Nueva Jerusalén es un aspecto del edificio divino. Necesitamos adornar y consumar la Nueva Jerusalén con Dios el Padre como su base dorada, Dios el Hijo como sus puertas de perlas y Dios el Espíritu como su muro de piedras preciosas, bebiendo del Espíritu, el Dios Triuno que fluye, como el río de agua de vida y comiendo a Cristo, el León-Cordero vencedor, como el árbol de la vida con Su suministro rico y fresco... 

Apocalipsis 21:2 dice que la Nueva Jerusalén fue “preparada como una novia ataviada para su marido”… .Está adornado con oro puro, perlas y piedras preciosas, es decir, con el Dios Triuno como elementos. Pablo dice: "Vosotros sois la tierra cultivada de Dios, el edificio de Dios". (1 Cor. 3:9). Luego, en el versículo 10 , continúa diciendo: “Conforme a la gracia de Dios que me ha sido dada, yo como perito arquitecto puse el fundamento, y otro edifica sobre él. Pero cada uno mire cómo sobreedifica. Lo que Pablo quiso decir fue: “Ya he puesto el fundamento; nadie más necesita poner otros cimientos. Todo lo que tienes que hacer es edificar sobre lo que ya se ha colocado. Pero tienes que tener cuidado. Si edificas sobre el fundamento con madera, pasto y hojarasca, estás estropeando el edificio de Dios. Necesitas construir con oro, plata y piedras preciosas”. 

Hoy estamos aquí no para destruir el Cuerpo de Cristo; más bien, lo estamos adornando. No me atrevo a traer mi carne conmigo para edificar la Nueva Jerusalén; eso es destruir la Nueva Jerusalén. No me atrevo a aportar mis opiniones, mi viejo “yo”, mis preferencias y mis puntos de vista para edificar la Nueva Jerusalén. Simplemente quiero estar en temor y temblando para adornar el edificio divino con Dios Padre como oro puro, Dios Hijo como perla y Dios Espíritu como muro de piedras preciosas. Todos nosotros debemos tener este tipo de actitud en nuestra vida.  (“Cómo ser un colaborador y un anciano y cómo cumplir con sus obligaciones”. W. Lee)

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