Cristo, el misterio de Dios
Debido a que, como seres humanos, estamos limitados en cuanto a nuestros sentidos, conocimiento y entendimiento, para nosotros Dios es un misterio. Creemos en Dios, aunque nunca lo hemos visto. Sentimos Su presencia, pero no podemos tocarlo. Sabemos que Él existe, pero está escondido y es invisible. Verdaderamente, Dios es un misterioso y es la única fuente de sabiduría y conocimiento. Todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento están escondidos en el propio Cristo que es el misterio de Dios. (Col. 2:2-3)
La medida de nuestro amor por el Señor depende de cuánto le conocemos y de cuánto hemos visto de Él. Por ejemplo, un niño puede apreciar más el estuche que guarda la joya que la joya misma. Esto muestra que el grado de nuestro aprecio determina la medida de nuestro amor. Por lo tanto, cuanto más conozcamos al Señor Jesús y lo apreciemos, más lo amaremos. Es por eso que debemos avanzar y procurar conocer más al Señor Jesús, no solamente como nuestro Salvador y Señor, sino también como el misterio de Dios.
Dios es un misterio, y tiene un misterio
¿Cuál es el misterio de Dios? El misterio de Dios es Cristo (Col 2:2) Todo lo que Dios es y todo lo que Él tiene en Sí mismo, se encuentra en Cristo. Todas las riquezas de la Deidad, toda Su naturaleza divina y toda Su plenitud, habitan en Cristo corporalmente (Col 2. 9). Cristo es la corporificación de todo lo que Dios es y de todo lo que Dios tiene.
¿Dónde está Dios? Él está en Cristo. ¿Qué es Dios? Todo lo que Cristo es. ¿Qué hay en Dios? Todo lo que hay en Cristo. Cristo es el misterio de Dios. Podemos saber quién es Dios porque Él se manifiesta en Cristo, con Cristo y por medio de Cristo. Sin Cristo nunca podríamos conocer lo que hay en Dios.
¿Ahora donde está Cristo? No solo esta en el trono en los cielos sino que también está en la iglesia. En Efesios 3:4 Pablo nos habla de Cristo como el misterio de Dios y de la iglesia como el misterio de Cristo. En Col 1.27 dice: "A quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria" ¡Oh que glorioso misterio que Cristo esta en nosotros y que la iglesia es el misterio de Cristo!
La sabiduría está relacionada con nuestro espíritu, y el conocimiento con nuestra mente (Ef. 1:8, 17). Por supuesto, para conocer cabalmente a Cristo como misterio de Dios, no basta con leer la letra de las Escrituras. Para ello es necesario que ejercitemos nuestro espíritu, ya que Cristo mora en él. No considere jamás a Cristo un simple objeto que podemos conocer mentalmente. Él es el Cristo crucificado y resucitado y, como tal, está sentado en el trono en los cielos y también mora en nuestro espíritu. Ejercitar nuestro espíritu significa abrir la parte más profunda de nuestro ser a fin de invocar el nombre del Señor Jesús y tener contacto con Él, quien es esta persona viva que mora en nosotros.
Necesitamos ejercitar también nuestro entendimiento cuando estudiamos la Biblia. No estudiemos la Palabra de una manera superficial, ni demos nada por sentado. Más bien, ejercitémonos al leer cada frase, e incluso en ocasiones, al leer cada palabra. Debemos orar y preguntarle al Señor sobre cada palabra y versículo para profundizar y obtener sus riquezas. A medida que leemos la Palabra de una manera ejercitada, recibimos luz.
Por tanto, Si ejercitamos nuestro ser para tocar al Señor, Cristo como Espíritu vivificante llenará nuestro espíritu y nuestra mente. De este modo, nosotros obtendremos en nuestra experiencia la sabiduría y el conocimiento que están escondidos en Cristo, y podremos experimentarlo como el misterio de Dios.
¡Cuánto necesitamos ejercitarnos para conocer a Cristo como el misterio de Dios! Debemos ser capaces de decir: “Señor Jesús, no tengo ningún otro interés aparte de Ti. Mi mente, mi voluntad y mi parte emotiva te pertenecen absolutamente.
¿Dónde está Dios? Él está en Cristo. ¿Qué es Dios? Todo lo que Cristo es. ¿Qué hay en Dios? Todo lo que hay en Cristo. Cristo es el misterio de Dios. Podemos saber quién es Dios porque Él se manifiesta en Cristo, con Cristo y por medio de Cristo. Sin Cristo nunca podríamos conocer lo que hay en Dios.
¿Ahora donde está Cristo? No solo esta en el trono en los cielos sino que también está en la iglesia. En Efesios 3:4 Pablo nos habla de Cristo como el misterio de Dios y de la iglesia como el misterio de Cristo. En Col 1.27 dice: "A quienes Dios quiso dar a conocer cuáles son las riquezas de la gloria de este misterio entre los gentiles, que es Cristo en vosotros, la esperanza de la gloria" ¡Oh que glorioso misterio que Cristo esta en nosotros y que la iglesia es el misterio de Cristo!
Conocer el misterio de Dios
El ser humano es complejo. Nuestra alma consta de mente, parte emotiva y voluntad. Además, nuestro espíritu se compone de conciencia, intuición y comunión. Si deseamos recibir la revelación y obtener todas las riquezas de la perfecta certidumbre de entendimiento acerca de Cristo como misterio de Dios debemos ejercitar cada parte de nuestro ser.La sabiduría está relacionada con nuestro espíritu, y el conocimiento con nuestra mente (Ef. 1:8, 17). Por supuesto, para conocer cabalmente a Cristo como misterio de Dios, no basta con leer la letra de las Escrituras. Para ello es necesario que ejercitemos nuestro espíritu, ya que Cristo mora en él. No considere jamás a Cristo un simple objeto que podemos conocer mentalmente. Él es el Cristo crucificado y resucitado y, como tal, está sentado en el trono en los cielos y también mora en nuestro espíritu. Ejercitar nuestro espíritu significa abrir la parte más profunda de nuestro ser a fin de invocar el nombre del Señor Jesús y tener contacto con Él, quien es esta persona viva que mora en nosotros.
Necesitamos ejercitar también nuestro entendimiento cuando estudiamos la Biblia. No estudiemos la Palabra de una manera superficial, ni demos nada por sentado. Más bien, ejercitémonos al leer cada frase, e incluso en ocasiones, al leer cada palabra. Debemos orar y preguntarle al Señor sobre cada palabra y versículo para profundizar y obtener sus riquezas. A medida que leemos la Palabra de una manera ejercitada, recibimos luz.
Por tanto, Si ejercitamos nuestro ser para tocar al Señor, Cristo como Espíritu vivificante llenará nuestro espíritu y nuestra mente. De este modo, nosotros obtendremos en nuestra experiencia la sabiduría y el conocimiento que están escondidos en Cristo, y podremos experimentarlo como el misterio de Dios.
¡Cuánto necesitamos ejercitarnos para conocer a Cristo como el misterio de Dios! Debemos ser capaces de decir: “Señor Jesús, no tengo ningún otro interés aparte de Ti. Mi mente, mi voluntad y mi parte emotiva te pertenecen absolutamente.
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