Las dos naturalezas de Cristo
Nuestro Jesús maravilloso posee dos naturalezas, la divina y la humana. Él posee tanto divinidad como humanidad. Él es Dios y Él es hombre. Puesto que Él es Dios, Él es el Hijo de Dios, y puesto que Él es hombre, Él es el Hijo del Hombre.
De acuerdo con la Biblia, las expresiones hombre e Hijo del Hombre se usan de forma intercambiable. Esto nos lo muestra Salmos 8:4, que dice: “¿Qué es el hombre para que tengas de él memoria, y el hijo del hombre para que lo visites?”. Así que la expresión el Hijo del hombre simplemente quiere decir “hombre”. Bajo este mismo principio, la expresión Hijo de Dios quiere decir “Dios”. Según Juan 5:17-18, el hecho de que Jesús fuera el Hijo de Dios quería decir que era Dios mismo. Cuando los fariseos escucharon que el Señor Jesús se llamó a Sí mismo Hijo de Dios, ellos lo acusaron de blasfemia, porque para ellos esto equivalía a hacerse igual a Dios. Por lo tanto, decir que Jesús es el Hijo de Dios equivale a decir que Él es Dios mismo.
Cristo es tanto Dios como hombre. Hebreos 1 habla acerca de Su divinidad, y el capítulo 2 se refiere a Su humanidad. Tanto en Su divinidad como en Su humanidad, Él es superior a los ángeles. Por tanto, aun como el Hijo del Hombre, Él es superior a los ángeles.
Un día, por medio de la encarnación de Cristo, Dios mismo se hizo hombre; y de esta manera Dios se identificó a Sí mismo con el hombre. Jesús -el Dios encarnado- era tanto Dios como hombre. El tenia las dos naturalezas la divina y la humana.
¿Por qué en el plan de redención de Dios, Cristo tiene que ser Dios y hombre al mismo tiempo?
En primer lugar, necesitamos saber lo que significa el perdón. Significa que quien perdona asume las pérdidas, lo cual quiere decir que el que perdona sufre el agravio del ofensor. Por ejemplo, si alguien le debe a usted diez dólares y usted le perdona, podemos decir que usted asumió la pérdida ya que fue usted quien perdió su dinero. En el plan de redención, Cristo no debe ser una tercera persona. Si tal fuera el caso, Dios no sería justo con El ya que El no tiene pecado ni merece morir; pero la Biblia dice que el hombre pecó contra Dios. Tenemos, entonces, una relación entre dos personas, Dios y el hombre. Pedir a un tercero que muera como substituto puede satisfacer la justicia de Dios y las exigencias de la ley sobre el hombre, pero no sería justo para el tercero. Para que lo sea, Cristo tiene que ser tanto Dios como hombre.
Miqueas 6:6 y 7 dice: “¿Con qué me presentaré ante Jehová, y adoraré al Dios Altísimo? ¿Me presentaré ante él con holocaustos, con becerros de un año? ¿Se agradará Jehová de millares de carneros, o de diez mil arroyos de aceite? ¿Daré mi primogénito por mi rebelión, el fruto de mis entrañas por el pecado de mi alma?” Estos versículos muestran que cuando hemos pecado contra Dios ni los millares de carneros ni los sacrificios tienen provecho alguno, ni siquiera nos eximiría sacrificar a nuestros hijos. Por consiguiente, si Cristo ha de ser esta tercera persona, El debe ser Dios ya que El mismo fue el ofendido.
En Romanos 7:10 dice: “Y hallé que el mismo mandamiento que era para vida, a mí me resultó para muerte”, y en Romanos 6:23 leemos: “Porque la paga del pecado es muerte”. Estos versículos demuestran que una persona debe cumplir la ley cabalmente a fin de poder vivir; de no ser así, debe morir. Para poder vivir nosotros los pecadores, el Señor tenía que sufrir el castigo que nos correspondía y dar Su vida. No obstante, vemos en 1 Timoteo que solamente Dios es inmortal. En consecuencia, Cristo tenía que hacerse hombre y tener un cuerpo a fin de poder morir por nosotros. El hecho de que El sea Dios hace que la salvación de la humanidad esté dentro del marco de la justicia, y el hecho de que sea hombre hace que la salvación de los hombres sea posible.
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