El Espíritu es la Bendición


La promesa de la Bendición

Antes de promulgar la ley, Dios prometió una bendición a Abraham: Y era que de él vendría la descendencia que sería una bendición no solamente para su propia casa, su linaje, sino también para todas las naciones, todos los gentiles. Con Adán tenemos el pecado y la maldición, pero con Abraham tenemos la promesa de Dios. El trasfondo de esta promesa era la maldición que pesaba sobre la humanidad. Debido a que la humanidad estaba bajo maldición, la dirección que seguía el hombre era hacia abajo. Pero Dios intervino, llamó a Abraham y prometió que en su descendencia todas las naciones —la humanidad bajo maldición— serían bendecidas. 

El propósito de la ley

Él tenía la intención de que el hombre disfrutase a Dios como su bendición. Pero mediante la caída de Adán, el hombre perdió a Dios mismo como su bendición y disfrute. No solamente eso, sino que puesto que el hombre no era totalmente consciente de que era un ser totalmente caído, incurable y sin esperanza. el hombre incluso buscaba agradar a Dios mediante sus propios esfuerzos. Esto obligó a Dios a promulgar la ley para poner al descubierto la condición caída del hombre. Sabedor de que el hombre no podía cumplir la ley, Dios le dio la ley al hombre, no para que la cumpliese, sino para que el hombre se diera cuenta de que es un ser completamente caído y sin esperanza.

No obstante, los hijos de Israel no comprendieron que la intención de Dios no era que ellos intentasen guardar la ley, sino llevarlos de regreso a la promesa de la bendición dada a su antepasado, Abraham, mediante la ley. Debido a que los hijos de Israel no vieron que la función de la ley era poner al descubierto su condición caída y restaurarlos a la bendición prometida, ellos intentaron guardar la ley, con lo cual vinieron a estar bajo la maldición de la ley (Dt. 27:15-26).

Cristo vino como descendencia de Abraham

Mediante Su encarnación Cristo vino como descendencia de Abraham, y mediante Su crucifixión Cristo murió en la cruz para ser hecho maldición por nosotros. Al hacerlo, Cristo libró de la maldición a todos los que creen en Él. Mediante Su obra en la cruz, Cristo fue hecho maldición por nosotros y nos redimió de la maldición de la ley a fin de que la bendición de Dios prometida a Abraham fuese concedida a todos los que creen en Cristo.

Si intentamos guardar la ley, estaremos en la carne y automáticamente venimos a estar bajo maldición, pues todos los de las obras de la ley están bajo maldición [Gá. 3:10]. En lugar de intentar guardar la ley, debemos agradecer que la ley nos ponga al descubierto y después debemos despedirnos de ella. Debemos dejar la ley y acudir a Cristo y a la cruz.

Cristo, la descendencia de Abraham, fue crucificado y hecho maldición por nosotros a fin de redimirnos de la maldición de la ley para que podamos recibir el Espíritu como la bendición del evangelio prometida a Abraham, la promesa de que todas las naciones serían bendecidas en Él. Gálatas 3:14 dice: “Para que en Cristo Jesús la bendición de Abraham alcanzase a los gentiles, a fin de que por medio de la fe recibiésemos la promesa del Espíritu”. Este versículo combina la promesa del Espíritu con la bendición de Abraham. La bendición de Abraham es la bendición prometida por Dios a Abraham (Gn. 12:3) para todas las naciones de la tierra. La promesa se cumplió y esta bendición vino en Cristo a las naciones por medio de la redención que Él realizó mediante la cruz. El contexto de Gálatas 3:14 indica que el Espíritu es la bendición que Dios prometió a Abraham para todas las naciones, la cual fue recibida por los creyentes.

El aspecto material de la bendición que Dios prometió a Abraham era la buena tierra (Gn. 12:7; 13:15; 17:8; 26:3-4), la cual tipifica al Cristo todo-inclusivo (Col. 1:12). Puesto que Cristo finalmente es hecho real para nosotros como Espíritu todo-inclusivo y vivificante (1 Co. 15:45; 2 Co. 3:17), la bendición del Espíritu prometido corresponde a la bendición de la tierra prometida. En realidad, el Espíritu, quien es Cristo hecho real en nuestra experiencia, es la buena tierra, la fuente del abundante suministro de Dios para nuestro disfrute. Nuestra bendición es Dios mismo, quien está corporificado en Cristo y es hecho real a nosotros como Espíritu impartido en nosotros para nuestro disfrute.

Dios es la bendición

En el universo únicamente Dios mismo es una bendición; todo lo demás es vanidad de vanidades (Ec. 1:2). Incluso el universo entero no puede compararse con nuestro Dios Triuno. Si tenemos a Dios, tenemos la bendición. Sin embargo, que Dios llegue a ser nuestra bendición involucra un proceso. Y este era que tenia que venir a la tierra tener un vivir humano, ser crucificado para redimirnos, resucitado para justificarnos y engendrarnos como hijos y entrar como el Espíritu en nosotros para darnos vida, ser nuestro gozo y verdadera bendición.

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