Conociendo nuestro corazón
El alma es nuestra persona misma, pero el corazón es nuestra persona en el ejercicio de sus funciones; es decir el motor de nuestra alma, así como el corazón físico es el motor del cuerpo humano. Desde nuestro corazón es donde todo se impulsa, sean pensamientos, deseos o sentimientos. De manera que tenemos algo en nuestro ser interno que actúa como representante nuestro; este representante es nuestro corazón. Cuando un hermano le dice a su esposa: “Querida, te amo”, eso significa que su corazón la ama. De igual manera, cuando aborrecemos algo, es nuestro corazón el que lo aborrece. Cuando algo nos gusta o nos disgusta, es nuestro corazón el que siente gusto o disgusto por ello. Por lo tanto, nuestro corazón es nuestro representante, el comisionado o embajador de nuestro ser interior.
Los que hemos creído, hemos recibido la vida de Dios en nuestro espíritu. Pero de nuestro corazón depende abrirnos a la vida de divina o no.
Debido a nuestra condición natural, tenemos un corazón muy voluble y variable. Por lo tanto nuestro corazón es a menudo engañoso y no fiable. En la salvación efectuada por Dios, nuestro corazón es renovado; sin embargo, en la experiencia diaria, nuestro corazón necesita ser lleno de Dios y renovado continuamente, debido a lo cambiable que es. (Ez. 36:26; 2 Co. 4:16).
Es necesario que volvamos nuestro corazón al Señor una y otra vez y que nuestro corazón sea renovado constantemente, de modo que nuestro amor por el Señor se mantenga nuevo y fresco.
¿Qué desea El Señor con respecto nuestro corazón?
Dios desea que tengamos un corazón puro y amoroso: Tal corazón únicamente ama a Dios y sólo desea a Dios mismo; además de Dios, no tiene ningún otro amor ni ninguna otra preferencia o deseo (Sal. 73:25; cfr. Jer. 32:39).
Dios desea que nuestro corazón esté lleno de paz mediante una conciencia libre de ofensas, condenación o reproches (Hch. 24:16; 1 Jn. 3:19-21; He. 10:22). Si confesamos nuestros pecados a la luz de la presencia de Dios, recibiremos Su perdón y Su lavamiento de tal modo que, teniendo una buena conciencia, podremos disfrutar de comunión ininterrumpida con Dios
Resumiendo: Toda experiencia espiritual se inicia al surgir amor en el corazón; si no amamos al Señor, es imposible obtener experiencia espiritual alguna.