El Reino y su gobierno
Dios se hizo un hombre en el Hijo y le confió al Hijo toda Su autoridad. Por lo tanto, toda la gloria de Dios reside en el Hijo. Así pues, podemos decir que en el Hijo se centraba toda la autoridad de Dios. Cuando el Señor Jesús se presentó como hombre entre los judíos y algunos de ellos le preguntaron cuándo vendría el reino de Dios, Él respondió: “El reino de Dios está entre vosotros” (Lc. 17:20-21).
Cuando el Señor Jesús dijo estas palabras, quiso decir que en Él mismo estaba el reino de Dios; debido a que Toda la autoridad de Dios residía en Él, y el trono de Dios también estaba con Él.
En el momento en que creímos en el Señor, recibimos al Señor Jesús como nuestro Salvador y oramos: “Señor, te recibo en mi ser”. Nos debemos dar cuenta de que el Señor a quien recibimos no sólo es el Salvador y Aquel que es vida, sino también el Rey y Señor. Él es el reino, y Él es la autoridad, puesto que El ha entrado y establecido Su trono en nosotros, Ahora el reino esta en nosotros la iglesia.
Los hombres llegamos a ser hijos de Dios al nacer de Dios y entramos en el reino de Dios que es el gobierno celestial, el cuál nos debe regir. Este es el verdadero significado del reino de los cielos. Inmediatamente después de ser salvos, somos regulados internamente por una norma celestial, la cual nos exige vivir en un nivel superior. El evangelio simplemente exige que nos sujetemos al reino; no sólo requiere que seamos perdonados de nuestros pecados, sino también que seamos regidos por Cristo, el gobierno celestial.
Como discípulos del Señor que somos, debemos tener claro que a lo que el Señor más presta atención no a que hagamos lo bueno, sino a que seamos puestos bajo Su autoridad y gobierno. En el pasado nos rebelábamos contra Él al cometer maldades, pero nuestras buenas obras también estaban en rebelión contra Él, porque no reconocíamos Su autoridad. Ahora, debido a que nos hemos arrepentido y sometido a Él, no debemos tomar el bien y el mal, ni la moralidad, como nuestra norma. En lugar de ello, debemos vivir bajo Su autoridad y gobierno. Si Él no quiere que hagamos algo, debemos abstenernos de hacer no sólo cosas malas, sino también cosas buenas. Debemos ser restringidos por Él y aceptar Su gobierno.
A fin de cumplir los requisitos propios de una norma tan elevada, es preciso poseer una vida que se encuentre al mismo nivel. De otro modo, no podremos cumplir sus exigencias. Unicamente la vida divina es capaz de cumplir los requisitos para satisfacer las exigencias del gobierno celestial.
El evangelio neo-testamentario exige que nos sujetemos al reino, pero también nos provee de la vida que nos capacita y suministra, la cual es Cristo mismo. Solo el gobierno de la vida divina en nosotros, el cual es Cristo en nosotros puede cumplir las exigencias del reino.